Portada del volumen publicado en 2004

Isabel de Portugal, nacida en 1271 en Aragón, era hija del rey Pedro III y de su esposa Constanza. Casó con el rey don Dinis de Portugal, con quien tuvo dos hijos, Alfonso y Constanza, y quedó viuda en 1325. Un año después, ya retirada en el convento de clarisas que había fundado en Coimbra, decidió realizar la peregrinación a Santiago con el despliegue propio de una reina, con mucho acompañamiento y llevando lujosos regalos para la Iglesia de Santiago. 
Según cuenta la historiadora (y diputada del PP, por cierto, en varias legislaturas) Marta González Vázquez en Las mujeres de la Edad Media y el Camino de Santiago, "una vez llegada al Milladoiro, pues venía de Padrón, y siguiendo la costumbre de realizar al menos la última etapa a pie, se apeó de su cabalgadura. Al terminar su visita a la ciudad, el arzobispo de Santiago don Berenguel de Landoira le regaló un bordón, que en sus manos, al parecer, obró innumerables milagros. Pocos años después, en 1335, y desde Coimbra, decidió volver a realizar la peregrinación al lugar santo, pero esta vez, a la manera de peregrina humilde, a pie, sin comitiva, acompañada de muy pocos y vestida sencillamente (...) Este es un ejemplo bien claro de las diferencias entre lo que Sigal denomina peregrinación política o nacional, realizada por reyes o grandes personajes, y una peregrinación de devoción, en la cual el aspecto ascético del viaje se ha acentuado a través de la pobreza. En el caso de Santa Isabel, la dualidad de su personalidad, como personaje político y como mujer piadosa, la lleva, según la tradición, a dos peregrinaciones totalmente diferentes".​​​​​​​

Figura restaurada de Santiago en el Pórtico de la Gloria

En la primera Isabel había traído ricos obsequios para Santiago, que aparecen detallados en el relato de su "Vita" que se conserva. En concreto, una corona, una mula enjaezada con oro, plata y gemas, paños bordados en oro, copas labradas y vestimentas sagradas. El arzobispo conrespondió con un báculo similar al que Santiago luce en el Pórtico de la Gloria, con el fue que fue inhumada en Santa Clara de Coimbra. Cuando el sepulcro se abrió, en 1612 con motivo de su canonización, apareció el bordón que empleó en algunos de los milagros que se le atribuían.
Otra donación célebre es la de la reliquia de la cabeza de Santiago el Menor, "(..) adquirida por el arzobispo Mauricio como la cabeza de Santiago el Mayor con la intención de demostrar que la pretensión compostelana de poseer el cuerpo del Apóstol (...) era una historia sin fundamento alguno. Finalmente, la cabeza -reidentificada como la de Santiago Alfeo o Santiago el Menor- pasó, gracias a esa donación de la reina Urraca, a la catedral compostelana".
Urraca es otra reina ampliamente cita en relación con Santiago, ya mencionada como condesa y reina de Galicia, casada con Raimundo de Borgoña, hija de Alfonso VI y madre del VII, el Emperador. Tuvo una relación cambiante con el poderoso Xelmírez. De sus andanzas escribe Gonzláez Vázquez:
 "Están muy bien documentadas en la Historia Compostelana, mezclando de forma ambigua sus buenas o malas relaciones con el arzobispo compostelano Diego Gelmírez y su piedad hacia Santiago: en 1112, la Historia Compostelana nos dice que viene para orar ante el sepulcro por su salud y el alma de sus padres. Es en este momento en el que conocemos varios casos de mujeres de la familia real que, no contentas con la peregrinación a Santiago, se atreven con el más largo camino a Roma e incluso a Tierra Santa: ya hemos citado el caso de Sancha, hermana de Alfonso VII, que dedica su vida de soltera al "culto de las iglesias, fundar monasterios y socorrer a pobres". Yendo hacia Roma, visitó también a San Bernardo. A Santiago vino en 1149, y las crónicas nos hablan asimismo de su viaje a Tierra Santa. Junto a ella, mujer sorprendente no sólo por su decisión de permanecer soltera y dedicarse a la caridad sin dejar por un momento el ambiente de la corte, sino por su actividad como consejera de su hermano el Emperador, el cual le concedió el ser intitulada reina."​​

Alfonso IX lanza en ristre

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