Hubo muchos siglos de olvido entre la llegada de Teodoro y Atanasio a Iria Flavia con los restos de Santiago, la búsqueda del lugar idóneo para la inhumación con el primer culto, y el redescubrimiento de la tumba del apóstol, entorno a 820. Los discípulos permanecieron custodiando el lugar y, seguramente, manteniendo ese culto hasta su muerte.  Fueron enterrados allí y ocho siglos después, el descubrimiento de la tumba daría lugar a la primera basílica de Santiago. Teodomiro fue el impulsor de Compostela como "loci perigrinationis" (toma latinajo) y fue quien sancionó oficialmente que allí estaba enterrado Santiago el Mayor, el Hijo del Trueno. Pero no está claro cómo llegó a sus oídos el prodigio. La Historia Compostelana encargada por Diego Gelmírez habla de unas personas de gran autoridad que se lo trasmitieron y elude mencionar al ermitaño Paio, quien aparece como el descubridor en otros relatos y, en concreto, en la Concordia de Antealtares. 
Sin duda, la versión que incluye al eremita es más atractiva, literariamente más redonda, y conecta directamente con el tirón popular de todo el tema. Por todo ello no es raro que sea la más ampliamente aceptada aunque no se tengan muchos datos sobre el tal Paio o Pelayo. Poco se sabe más allá del relato sobre los fenómenos que le alertaron de la existencia de la tumba en algún impreciso momento entre 820 y 830​​​​​​​.
Se trataba, al parecer, de un eremita radicado en el lugar donde hoy se alza la Iglesia de San Fiz de Solovio y que, tras observar una lluvia de estrellas,  localizó en un bosque llamado Libredón las ruinas de un primitivo enterramiento. Unos restos que parecían confirmar una arraigada tradición popular que habían comentado dos monjes: Beda el Venerable y Beato de Liébana.
El Reino de Asturias estaba regido por Alfonso II, quien mandó edificar una modesta iglesia, que luego reconstruirá Alfonso III en el año 899. Sobre ella se levantará la catedral. Alfonso II, que se había criado en el Monasterio de Samos, será pues el primer gran valedor del santuario compostelano tras recibir con entusiasmo la noticia que le transmite Teodomiro
Del obispo de Iria Flavia y su papel también hay constancia histórica, y aún este mismo año ha aparecido un nuevo estudio de la Universidad de Estocolmo con nuevos datos que dan verosimilitud a que sus restos son los que se encontraron en la catedral bajo una lápida que sitúa su muerte en 847. 

Esos restos descubiertos en los años cincuenta se identificaron primero como pertenecientes a un varón de edad avanzada. Un nuevo examen a mediados de los ochenta sugirió que los restos eran de una mujer, lo que generó dudas sobre su conexión con el obispo.
Ahora un estudio de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, en colaboración con Instituto Max Planck de Geoantropología y la Universidad de Estocolmo arroja nuevos datos. La investigación ha sido dirigida por Patxi Pérez Ramallo y fue noticia en pleno verano de 2024.
 La investigación confirma que la tumba contenía los huesos de un solo individuo, varón e más de 45 años. La datación por radiocarbono concuerda con una muerte entorno a 847 d.C. El análisis de isótopos estables de oxígeno sugiere que el individuo vivió cerca de la costa. Y el estudio arqueogenético, realizado en la Universidad de Estocolmo, revela que el perfil genético del individuo muestra afinidades con los íberos romanos, los visigodos del sur de Iberia y las poblaciones islámicas ibéricas, lo que concuerda con alguien que vivió en España hace 1.200 años. Así que los hallazgos sugieren que esos restos podrían pertenecer a Teodomiro que sería así el personaje histórico identificado más antiguo de España y uno de los más antiguos de Europa.
El artículo del que se han extraído estas conclusiones para la prensa está publicado en la revista Antiquity de Cambridge con el título Unveiling Bishop Teodomiro of Iría Flavia? An attempt to identify the discoverer of St James’ tomb through osteological and biomolecular analyses.

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