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Pontevedra deriva de la palabras latinas Pontem o Pontis Veteris, o sea el puente viejo o veterano que habrían construido, ahora sí, los romanos para salvar el río Lérez con su vía XIX (la decimonona) que conectaba Braga y Astorga
Cerca de esa segunda ciudad, ya antigua en el Medioevo, tuvo lugar el conocido suceso del Paso Honroso. Es la historia de unas justas entre caballeros cuando en Europa declinaba lo caballeresco y los Torneos se habían convertido en un espectáculo destinado al entretenimiento más que un desafío o un hecho de armas. Fue en 1434 y por entonces romper unas lanzas empezaba a ser tan antiguo o boomer como usar el facebook.
Pues Don Suero de Quiñones, con nueve caballeros de su partida, se plantó en el puente sobre el río Órbigo y obligaba a toda dama a dejar un guante en prenda hasta que un caballero actuara como su paladín. Y todo obedecía al voto de amor que le había hecho a su dama Doña Leonor de Tovar. La "fazaña" duró un mes para cabreo de los peregrinos que hasta se quejaron al Rey.
Esta documentado en "Libro del Passo Honrosso", de Pero Rodríguez de Lena, notario, escribano e historiador al servicio de los Quiñones. Según la entrada de la Real Academia de la Historia Don Suero se presentó en la Corte de Juan II cuando estaba en Medina del Campo con una argolla al cuello y planteó las reglas (capítulos) de su "Passo" que fijaban el rescate de su prisión de amor en 300 lanzas y luego la peregrinación a Santiago de Compostela. Lo que el Rey aprobó. Todo parece indicar que no se llegaron a romper tantas lanzas, que hubo un caballero muerto y muchas excusas, que se presentaron algunos paladines queriendo luchar con don Suero pero que les podía tocar cualquiera de los otros caballeros, sin poder saberlo a ciencia cierta. La realidad es que el asunto cobró fama en toda la península y más allá de los Pirineos, en toda Europa.
Los Quiñones eran del partido de Álvaro de Luna, el condestable de Castilla, y éste estaba bastante interesado al parecer en promover aquel espectáculo para contrarrestar el éxito que había tenido el infante don Enrique con otras justas que había patrocinado. Era, en fin, un episodio del enfrentamiento entre facciones nobiliarias castellanas en aquel tiempo y en el que participaron los Quiñones. La familia tenía sus negocios en Asturias, en la zona de Navia, y los terminaría perdiendo frente a Juan II y el príncipe Enrique, hermanastro de Isabel la Católica.
Volviendo al Paso Honroso, de nuevo, con González Vázquez y Las mujeres en la Edad Media y el Camino de Santiago "podemos imaginarnos perfectamente a doña Inés Álvarez de Viedma, doña Leonor y doña Guiomar -nombres de tres de las damas envueltas en el torneo- disfrutando enormemente con la inesperada diversión que unas justas podían proporcionar". Caballeros, escuderos, heraldos, reyes de armas, adrenalina y riesgo. No se llegó a las trescientas lanzas, pero se dio por bueno lo que habían realizado los "mantenedores" y "Don Suero visitó Compostela, donde entregó como ofrenda al Apóstol un brazalete de oro, con la inscripción "Si a vous ne playst avoyr mesura, certes ie di que ie suys sans ventura", recuerdo de la dama por la que había luchado y vencido. Este brazalete fue colocado por el Cabildo compostelano en el cuello del busto relicario de Santiago Alfeo, donde todavía hoy puede verse".